martes, 5 de mayo de 2009

Eqqus

Suspendidas las cuatro patas en el aire
El bosque se cubre de una veladura lunar y el frío crujiente afina las figuras de la noche El tiempo se detuvo para verlo volar.
Hunde sus cascos en la nieve virgen que fue tendida solo para él y así avanza, entre las columnas vivas, sin peso.
El vapor de sus sudores eleva su alma que se condensa en el frío blanquecino, y lo acompaña siempre en su rítmico flotar.
Así lo vi aquella noche.
Se detuvo un segundo, me miró señalándome con sus orejas de fauno y me envió un fuerte resoplido que le salió del vientre.
Me quedé paralizado cerrando mis dedos fuertemente sobre mi la lanza.
No tengas miedo del miedo, bestia que siente. Si sientes miedo, eres músculos tensos, graznidos, ojos blancos y dentelladas.
Pero qué bello el pavor, qué brillante la seda que suda, qué preciosa la herida inflamada sobre tu cuello cerúleo.
Eqqus, déjame chupar de tu sangre, déjame entrar en tus ojos y entra tú en los míos.
Amansa mis memorias, déjame sentir tus carcajadas vibrar bajo mis piernas.
Llévame a tu mundo en donde todo permanece y en donde un instante es igual a todos los instantes.

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